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domingo, 30 de noviembre de 2008

"El buen arte de la improvisación" por Alonso Alegría




El buen arte de la improvisación
Autor: Alonso Alegría
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Todas las artes escénicas admiten la improvisación. Algunas la requieren. Durante el barroco, los compositores señalaban pasajes en sus partituras donde los músicos debían improvisar. Los clásicos marcaban el lugar de la 'cadenza’ para que el solista improvisara. Con el siglo XX apareció el jazz, improvisación absoluta dentro de parámetros fuertes. En el teatro, la improvisación ha sido espectáculo solo desde el siglo XVI (la Commedia dell’Arte) pero siempre ha estado allí, como un vicio de los actores, como una herramienta para el entrenamiento del actor o del trabajo de ensayo, o como una manera de inventar textos supliendo al dramaturgo (la creación colectiva) o, finalmente, como una forma teatral independiente donde la improvisación es casi todo, mismo jazz.La improvisación comenzó a ser esto cuando Viola Spolin –la madre de la improvisación moderna y de Paul Sills– comenzó a admitir público a sus juegos teatrales de entrenamiento actoral. Esto pasó en Chicago, donde se han formado maestros improvisadores como Sills, Mike Nichols (sí, el famoso director de cine) y el genial y excéntrico Del Close. Hay otra vertiente, venida del Canadá, que convierte la improvisación en un deporte en el que dos equipos compiten ganando puntos por cumplir reglas. Es divertido ver cómo el ingenio de los actores va sosteniendo una situación pese a tener que pasar, verosímilmente, de “todos parados” a “todos sentados” para terminar “todos echados”. Esta forma teatral es entretenida y muy creativa, pero no es totalmente un arte.El arte se diferencia del deporte en cuanto no tiene reglas específicas que cumplir y nadie gana el partido. En la 'impro’ “de arte” (por llamarla de alguna forma) no hay reglas, solo entrenamiento. Los actores reciben un estímulo del público –una palabra, un incidente, un color– y se ponen a dialogar, creando personajes que reaccionan solo al momento presente y que se escuchan de manera total para ir formando una historia larga, impredecible pero lógica, que ni siquiera los propios actores saben cómo terminará pero que alcanza momentos de intensidad creadora a veces cercanos al éxtasis artístico, tal como sucede en el jazz, el flamenco, los toros, en cualquier arte.Tan emocionante y sorprendente disciplina la desarrolla Rita Fernández, maestra improvisadora entrenada en Estados Unidos por los propios creadores de esto, y que dirige el grupo Hipopótamo Azul, formado por gente (cuándo no) de la PUCP. Se están presentando. No perdérselo. Es importante.




Extraido el 30 de Nov del diario Peru 2, publicado por Rita Fernández

jueves, 22 de mayo de 2008

El Cabaret Brechtiano Americano (Paul Sills)

(Genio total)
Si Viola Spolin formuló las teorías de la improvisación su hijo Paul Sills se encargó de difundirlas en las primeras compañías de teatro de improvisación y más tarde en la primera escuela de Improv Comedy, Second City.

Nuevamente todo empezó en Chicago, año 1950, la guerra de Korea estaba llegando a su fin, los americanos temían un ataque de una bomba atómica por parte de los rusos, era la época del Macarthismo y la persecución del comunismo en los EE.UU. Se acababa de inventar la televisión en blanco y negro y la gente se divertía en casa viendo a "Groucho Marx" y "I love Lucy". El teatro en cambio se restringía a una élite, gente que podía pagar los espectáculos de Broadway de gira por las ciudades más importantes de los EE.UU. Había un teatro local y se encontraba en carpas (durante el verano) y en las iglesias, siendo financiado por los amigos y los familiares.

Este fue el panorama que impulso a Sills a creer en su propio teatro, primero un teatro que permitiese a la comunidad conocer las obras clásicas, este fue (en 1953) The Playwrights Theater Club que montó 24 obras en dos años, y más tarde junto a David Sheperd (que me ha dejado un comentario en la entrada anterior, yeee) un teatro inmediato de improvisación que plantee la realidad que vivía la época...
Foto extraída del libro The Compass de Janet Coleman

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