Monólogo para improv
Cuando era chiquita tenía muchos miedos, miles de millones. Uno de ellos era que pensaba que los fuselajes de los cohetes que se desprendían caerían exactamente sobre el techo de mi casa, o mejor dicho sobre mi jardín y exactamente el día de mi santo, como prometía caer uno. Otro... que todos los presos que se acababan de escapar de Lurigancho... el loco Perochena etc, entrarían a robar a mi casa y se llevarían los objetos de valor, que después lo peor de todo sería escuchar los llantos de mi madre ... y que finalmente todas las noches un tipo no frenaría y se estrellaría con su carro contra el muro de mi casa...
Miedo siempre miedo, el miedo debajo de mi cama, en el jardín debajo del Suche, esa era la esquina oscura, gris, donde entre flores azules mis primas y yo jugábamos Ouija... era el lugar perfecto para que se aparezca un espíritu ... pero el ruido ensordecedor de la avenida del costado de mi casa no nos dejaba escuchar si alguien hablaba, reconocer si la mesa de tres patas temblaba por algún espíritu o por los micros que pasaban. Las manitos tímidas, las miradas conectadas, la pregunta temblorosa y más de una jalaba la copa hacia las respuestas del sí o el no, MMMM
las bolas de los ojos se nos abrían del miedo, nuestras manitos se paralizaban y preguntábamos ¿Quién eres? y nadie respondía, entonces empezaba el cochineo, "Soooooy tu tía Juuuuulia" (la tía severa que se acababa de morir) Entonces nos reíamos y decíamos ya pues! luego de varios días de intentar conseguir algún espíritu pasajero, nos miramos y dijimos esto no funciona, no nos liga. Mis primas se fueron, subí a mi cuarto, rezé como me habían enseñado, me cantaron la linda canción del pato y depronto como a las cinco horas me despertó un ruido que samaqueó toda mi casa. ¡TembloR !!!! grité. No! había sido un auto que se estrelló contra la esquina de mi casa, un borracho rompío la columnas, las mallas metálicas y llegó justo hasta debajo del Suche, mi mesa de tres patas salió disparada, felizmente había guardado la copa. Desde ahí juré nunca más volver a jugar Ouija.